Los germanos vuelven a la carga tras cinco años de ausencia compositiva. Con el paso de tiempo, cada vez se toman más descanso y mayor intervalo de pausa entre los álbumes. Es lo que hay, ya no son unos chavales. Por ello, antes de atacar el disco, conviene hacer algo de retrospectiva. La banda supera los veinticinco años de andadura, ha atravesado por fases donde han explorado y experimentado hasta la máxima expresión pero siempre bajo el sello de Blind Guardian y ahora con la veteranía que atesoran saben lo que quieren y por donde se pueden mover. Rollos aparte, este retroceso tiene como meta señalar el límite que se marcó en 1998 con “Nightfall in middle-earth”.
Venían atravesando años de éxito y se encontraban en lo más alto, además eran grandes tiempos para el power metal. Con el cambio de siglo la cosa cambió, el enfoque compositivo cambió radicalmente y se comenzaron a centrar en majestuosas producciones, con coros envolventes y atmósferas que poco tenían que ver con sus anteriores discos. A día de hoy, son muchos los que aún siguen esperando un disco de aquella época, de la vieja escuela, sin querer asumir que las cosas han cambiado. Sin embargo, nada es obstáculo para tener un buen disco entre las manos, aunque si conviene tener claro lo que vamos a encontrar. De hecho, siendo justos ellos mismos han reconocido que algunos temas de su extensa discografía son a día de hoy imposibles de llevar al directo por las exigencias que tienen y sus limitaciones debidas al paso del tiempo. Analizando el plástico, pronto nos damos cuenta que la banda trata de alcanzar la excelencia, con mucha orquesta. Han requerido tres orquestas clásicas de coros diferentes: Una de República Checa (Praga), otra de Hungría (Budapest), y otra más en Estados Unidos (Boston), para dar rienda a sus composiciones y combinar su música. A nivel de letras según cuenta Hansi Kursch es una historia entre Ciencia ficción y fantasía. El disco abre ya con un tema enrevesado, y dando muestra del excesivo cuidado que mantendrán en la atmósfera a lo largo del disco. Un tema de más de nueve minutos para empezar a lo grande, pomposo y estridente por igual en algunos momentos.
A pesar de todo el envoltorio, apreciamos el gran trabajo de los músicos que siguen desarrollando como antaño y que quedará patente en el resto de las canciones. La estabilidad de la dupla guitarrera, Andre Olbrich y Marcus Siepen se agradece y su entendimiento es categórico. Temas como el segundo corte “Twilights of the Gods” dan un poco de tregua a los viejos seguidores, a pesar de estar también bastante recargada. Otro para sus incondicionales es “The Holy Grail” que durante mucho rato da la sensación de ser un tema rescatado de los 90. En contraposición, temas como “At the Edge of the Time” o “Ashes of Eternity” están abarrotados de arreglos, siendo excesivamente pomposo el primero, de forma que llega incluso a saturar, mientras que la segunda deja algo más de margen para coger aire. Hacía el final, echan mano del piano para una sentida balada, “Miracle Machine” con la que consiguen cautivar rápidamente al oyente. El Plástico poco a poco llega a su fin y se reservan una pieza soberbia, con encanto, que rápidamente te captura y sirve para culminar el disco a lo grande. Tema pulido hasta los límites, una composición magistral donde exhiben todos sus dotes como músicos y que sirve como colofón para un buen trabajo musical. Nada de esto cambiará las peticiones de muchos seguidores, pero dentro de los nuevos cauces por los que andan, hay que reconocer que este lanzamiento supera con creces, sus anteriores obras del mismo estilo, y que de alguna forma nos señala sin titubeos que ellos tampoco han dejado de crecer todo este lapso como músicos.
Line up:
Hansi Kürsch | Vocals André Olbrich | Guitars Marcus Siepen | Guitars Frederik Ehmke | Drums
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Por TXEMA GARAY