Noticias refrescantes las que llegan de mano de los estadounidenses, Chevelle. La banda endurece su sonido aunque sigue respetando la tradicional formula que han venido usando hasta la fecha. Escuches el disco que escuches, siempre se reconoce fácilmente a la banda. No faltan esos temas de rock tan mainstream que asolan las primeras posiciones de hits en US.
Con ocho álbumes a sus espaldas, el trio de Chicago ha decidido endurecer su sonido, sorprendiendo a sus seguidores con un lanzamiento más heavy a lo acostumbrado. El bajo y las baterías siempre han tenido un peso relevante, pero en esta ocasión se sitúan completamente en primera fila. Dean Benardini y Sam Loeffler demuestran con autoridad sus credenciales. Por supuesto, los juegos y melodías vocales de Pete Loeffler siguen marcando las pautas a seguir por el resto de ritmos. Maestría inigualable.
Abren con “Door To Door Cannibals” anticipando al oyente con lo que se va a enfrentar. El experimento cobra vida definitiva en cortes como “Last Days”, “Young Wicked” o “Warhol’s Showbiz” donde se desligan completamente de cualquier lanzamiento pretérito. La clave de su éxito siempre ha residido en combinar fuertes gritos con voces suaves y esos juegos de ritmos que se detienen y arrancan, creando una atmósfera única. En esta ocasión, la formula sigue funcionando aunque se endurezca el sonido.
Siguen reservando espacio para piezas de nivel que evolucionan más en la línea que seguían como “Joyride (Omen)” o la almibarada “A Miracle” que sirve brillantemente de contraste y colofón. El obligatorio hueco empalagoso donde Pete Loeffler nos deleita con sus virguerías. Chevelle sigue demostrando porque es una de las bandas más consistentes dentro del metal alternativo.
Esperemos que puedan dar pronto el salto a Europa y presentarse por estos lares como ellos merecen.