El bueno, el feo y el malo (Una obra maestra del celuloide e inspiración del más duro Rock and roll) Por: José Luis Pozo Fajarnés

“El bueno, el feo y el malo” es la última película de las que conforman la famosa trilogía de Sergio Leone, que fue grabada íntegramente en los desiertos españoles de Almería. En esta trilogía tuvo mucho que decir, y hacer, otra figura fundamental para el cine, uno de los más importantes compositores de bandas sonoras de todos los tiempos, Ennio Morricone. Pero también tenemos que incidir en uno de sus tres actores protagonistas, el cual, con el paso del tiempo, y gracias a la factura de unos trabajos tomados muy en serio, se consolidaría como uno de los más importantes actores. No es otro que el gran Clint Eastwood. Y todo ello, sin menosprecio de que paralelamente lo que sucedió es que fue también convirtiéndose, dado su buen hacer en la realización también, en uno de los más grandes directores de cine.

El director de la película de referencia consigue algo que no se podía prever en el momento de su realización, con su buen hacer cinematográfico reinventa un género que hacía más de dos décadas que había perdido la relevancia que en otros tiempos tuviera. Se dice de Leone que reinventó el cine del oeste. ¿Qué es lo que nos deja ver en sus películas que las hace diferentes? En primer lugar, los planos generales, que muestran un lejano oeste de una manera que antes no se había visto, con una modernísima definición visual de la época, con una textura paisajística novedosa, muy creíble, aunque conseguida muy lejos del marco genuino, y en una perfecta armonía con múltiples primeros planos de los actores protagonistas. Primeros planos en los que vemos los más ínfimos detalles de sus rostros, los cuales están perlados de gotas de sudor que está sucio debido a la sangre que lo impregna y al polvo de la arena, que en forma de pátina de tonos indescriptibles, va cubriendo todo, pero sobre todo la piel, el sudor y la sangre en que Leone quiere que nos fijemos. 

En segundo lugar, el tratamiento del guión, que nos muestra una gran riqueza -además de ingeniosidad y humor bien medido- en los diálogos, y también el retrato que, de forma simpar, nos muestra el drama de la guerra de secesión. Una guerra en la que la miseria moral, se expresa a partes iguales entre yankees y sudistas, donde el juicio moral queda del lado siempre del espectador (algo que con el paso del tiempo se irá perdiendo en las obras cinematográficas, salvo honrosas excepciones). El filme se ha convertido en una clásico gracias a que Leone hace que los personajes que dibuja trasciendan lo meramente individual, social o político -da igual ser unionista o confederado- para mostrarnos con ello lo que de universal tienen ciertos caracteres humanos. La película no tiene buenos, aunque al final dudamos de si tenía malos (y eso que uno de los protagonistas soportaba de principio el calificativo). El director consigue con esta filmación, tan alejada de los cánones del género, ponerse a la altura de otros que fueron los más grandes, como son los casos de John Ford, Howard Hawks, Anthony Mann, Raoul Walsh, etc. E influir, por otra parte, en los posteriores, como es el caso paradigmático del mencionado Clint Eastwood.

Cuando Sergio Leone filmó “Los últimos días de Pompeya” y “El coloso de Rodas” nadie podía imaginar que unos pocos años después iba reinventar el cine del oeste. Primero nos contó una historia que Akira Kurosawa había realizado tres años antes, de título “Yojimbo”. Leone hizo trampa, vio la película del japonés, y la volvió a contar, solo que cambiando el contexto histórico de los samuráis por el del salvaje oeste americano. Y consiguió darle la misma fuerza o más que tenía ya la original (le costó caro el plagio pues Kurosawa no le dejo irse de rositas). Tras ese triunfo demostró que las historias también podían fluir de su imaginación y, aunque con colaboraciones para la consolidación de los guiones, las demás películas que filmó partían de ideas o de guiones propios. Todas ellas fueron magníficas: “La muerte tenían un precio”, “El bueno, el feo y el malo”, “Hasta que llego su hora”, “Agáchate, maldito”. Incluso hay quienes consideran un western la inolvidable “Érase una vez en América”, al verla como el correlato atlántico de lo que sucedía en los mismos años cerca de las costas del pacífico.

La acción de la película de la que ahora estamos tratando, “El bueno, el feo y el malo”, se desarrolla en territorio de la Unión, durante la Guerra Civil Americana. Relata la historia de tres “buscadores de tesoros” de finales del siglo XIX, o , mejor dicho, un pequeño fragmento de la historia de tres pistoleros. Como en las mejores historias contadas, la narración dibuja arquetipos, los cuales tienen que moverse en paisajes muy difíciles y deben tener  motivaciones creíbles. En esta ocasión el paisaje le da más epicismo a la historia y las motivaciones no son honorables sino todo lo contrario, pero ello hace que la narración sea mucho más sugerente. Más arriba hemos hecho una serie de preguntas que, para que sean contestadas de forma consistente, tenemos que seguir marcando la diferencia que hizo que ésta, y las demás películas de Leone mencionadas, tuvieran la relevancia que hoy hace que sigamos hablando de ellas. Para marcar tal diferencia hay que hacer justicia con el otro gran autor, el de la música de la película. La banda sonora fue, en todas las obras del realizador italiano, pieza fundamental, y con la de esta película se consigue algo que ya va a quedar impreso a fuego en la historia del séptimo arte. La  obra de Ennio Morricone tuvo un papel protagonista para que este género se volviera a hacer grande. Morricone, con sus partituras desarrolló unas piezas inmortales que participaron en que el western se elevara de nuevo a la cima del cine. 

La música de Ennio Morricone, realizada para “El bueno, el feo y el malo”, está magistralmente dirigida por Bruno Nicolai. De las tres de la trilogía, ésta muestra una mejor elaboración y una mayor limpieza para la puesta en escena. Hay muchos momentos musicales, lo que no hace que el producto final completo sea menos compacto, es más, lo que se consigue es un efecto de conjunto muy armonioso (el protagonismo de la música no suele ser algo sencillo de articular en los filmes, siendo muy difíciles a veces las decisiones que debe tomar el realizador, por lo que aquí también debemos considerar el papel de Leone). Cantan en la película dos buenos interpretes: la soprano italiana Edda Dell’Orso y el cantante español Kurt Savoy, al que quizá sería más ajustado denominarle “cantor” pues dominaba, de manera increíble, los silbidos. La música en la película consigue algunos momentos de gran tensión, en otros llega a emocionar... Por nombrar algunas piezas señalaremos las que llevan por título “El desierto” o, en la queremos más incidir, “El éxtasis del oro”.  Esta última puede oírse cuando Eli Wallach, que representa el papel del “feo”, busca el oro en el cementerio. De esta pieza podemos afirmar también que ha trascendido los límites del filme, ya que ha sido versionada con mucho éxito por uno de los grupos más famosos de Rock and roll, y que no es otro que Metallica. Esta importante banda del denominado thrash metal, hace ya algunos años “reinventó” este tema de la película, llevándolo a su particularísimo estilo. La adaptación, que les sirve como introducción en todos sus conciertos, es hoy día uno de sus más importantes éxitos musicales. Con ella fueron nominados a los premisos Grammy (la canción está incluida en el álbum doble que grabaron con la participación de una orquesta sinfónica, además de en un disco instrumental de 2007). Pero esta importante banda no es el único grupo que ha hecho que la gran potencia original del tema se multiplique, de manera que podemos apuntar, por qué no, que el grupo norteamericano The Ramones cierra con “El éxtasis del oro” todos sus conciertos. 

 

 


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