El sargento de hierro: "Clint Eastwood Y La Metamorfosis De Los Viejos Héroes" (Autor: Miguel Ángel Navarro Crego)

 

El viejo Clint Eastwood, viejo en el estricto sentido intimista y cariñoso, no por los muchos años que atesora y que tan bien lleva, ha décadas que cabalga por las elevadas sendas que unos pocos clásicos han transitado en Hollywood. El que iniciara sus pasos en los tradicionales westerns de serial televisivo (por ejemplo en Rawhide) y el que pusiera rostro al cínico “rubio” de los spaghetti westerns de Leone (el maestro de la “trilogía del dólar”) es el mismo que lleva años dándonos lecciones, y no sólo de cine. Obras como Sin perdón (1992), Los puentes de Madison (1995), Million Dollar Baby (2004) y Gran Torino (2008) son para mí, y entre otras, ejemplares de saber hacer delante y detrás de la cámara, y son además maduras reflexiones morales.

 

Pero el icono dramático que Eastwood encarnó durante muchos años, en los que el actor fue fraguando su carrera tanto como actor como director, pasa por una imagen en la pantalla de duro, cínico y expeditivo. Si el Western fue uno de los ámbitos de aprendizaje no es menos cierto que en los setenta y ochenta empezó a explorar nuevos derroteros. Nos referimos a los papeles en los que dio vida al sucio inspector Callahan. Una leyenda urbana cuenta que mientras rodaba películas más comerciales y de calidad desigual, dirigía proyectos más personales y de una factura que con el tiempo se ha convertido en un modelo que lo emparenta con los grandes de Hollywood
En esa cadena evolutiva se encuentra una obra que pasamos a comentar brevemente. Nos referimos a “El sargento de hierro” (Heartbreak Ridge, 1986).


Sabido es que la Guerra de Vietnam y sus fallidas consecuencias, abrieron una profunda brecha moral en la convulsa sociedad estadounidense. Brecha que fue llevada al cine bajo diferentes registros: desde el estereotipo de “Rambo” hasta las reflexiones de Cimino (El cazador, 1978), Coppola (Apocalypse Now, 1979), Oliver Stone (Platoon, 1986) y Kubrick (La chaqueta metálica, 1987). Creo que es en este contexto en el que hay que enmarcar la obra de Clint Eastwood a la que nos referimos.
Para un público poco versado este filme puede ser percibido como una película belicista sin mayor complicación, que sólo pretende entretener o a lo sumo elevar la moral del espectador. Pero su director hace bastante más dentro de ese curso evolutivo hacia una plena madurez creativa que ya hemos reseñado.


Así pues Tom Highway es un militar de carrera condecorado perteneciente al Cuerpo de Marines y que se ha curtido en acción en Corea y Vietnam, pero su vida privada hace agua debido al alcohol y a sus estallidos de violencia. Cuando le dan un nuevo destino  y tiene que formar un pelotón de reconocimiento, habrá de lidiar con oficiales de oficina y reclutas vagos y totalmente desentrenados, propensos a la juerga, la marihuana y el rock duro. A la vez que al principio se gana el odio de estos pues les hace trabajar de lo lindo con todo tipo de marrullerías para ir curtiéndolos, intenta sin mucho éxito retomar la relación sentimental con la que fue su exmujer, que quedó harta de tanta zozobra y rudeza. 
Hay que decir que como director Clint Eastwood retrata muy bien el microcosmos de la vida en las bases militares de los marines, con sus corruptelas y camaraderías, pero también retrata como actor que encarna al personaje principal las insuficiencias éticas de esa dura vida. Un hombre que es capaz de adiestrar a sus soldados de forma ruda pero eficiente y que a la vez lee revistas femeninas para intentar pulir un poco su tosquedad. Cuando son movilizados para desembarcar en la isla de Grenada el entrenamiento de Highway se muestra eficaz con tonos de paternalismo. Su vuelta es triunfante y el final feliz no empaña el esfuerzo de Clint Eastwood por realizar una reflexión personal sobre la identidad del mundo militar estadounidense.

 


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